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Tras el entusiasmo inicial, en Bogotá y Barranquilla se estancó la actividad futbolera, aunque en Cali y Medellín se organizaban los primeros clubes para emprender una campaña de incremento y popularización del fútbol. La falta de organismos reglamentarios se reflejó en la actividad, y mientras los años pasaban, en el Valle y Antioquia sembraron con verdadero entusiasmo las nuevas prácticas deportivas que Atlántico y Cundinamarca habían implantado, y después Magdalena y Caldas también acogieron. Todavía no existía una verdadera competencia. Los pueblos o ciudades tenían dos o tres equipos que se enfrentaban entre sí innumerables veces, despertando así un fanatismo que los llevó a los intercambios futboleros. El primero se realizó entre barranquilleros y samarios, quienes a través de la historia del fútbol aficionado del país, han mantenido la más seria rivalidad y librado las más gloriosas tardes de fútbol.
Con información de Historia del Fútbol Profesional Colombiano, EL ESPECTADOR.
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