Por: Alejandro Reyes
Dávila
alejafro@hotmail.com - @alejoreyesdavil
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Tomado de: http://marrrone.blogspot.com |
Para nadie es un secreto la
pasión que llevan por dentro todos los hinchas del fútbol. Probablemente sea
algo que se lleve en la sangre y por eso se encarnicen en furia, amor y odios
cuando el equipo juega. Canta, llora, ríe y goza mientras su equipo pierde,
empata o gana. Siempre gritando, alentando o insultando, el hincha siempre está
ahí pendiente y dispuesto a todo; y que voz la que tiene el hincha.
Recuerdo cuando empecé a ser
fanático de este deporte y en especial de mi equipo. Así como gritaba cuando
jugaba, siempre muy aficionado, gritaba desde la tribuna. Una voz ronca y
chillona al mismo tiempo. Lo único que pensaba e importaba era que debía
hacerme escuchar. Estaba seguro y aún lo estoy, así le grite al televisor, al
técnico, al jugador o al rival, siento
que me escuchan. Madrazo por aquí o alabanza por allá, mi voz siempre se
escuchará.
Es tan fuerte la voz del hincha
que saca técnicos, banquea jugadores o hasta hace orinar árbitros y
comentaristas. Nada mejor que estar en el estadio y escuchar la mano de
barbaridades que se dicen; o ver el monedazo que fijo le pega al juez de línea.
Pero ojo, paciencia, esa voz de
vez en cuando tiene que bajar. En especial cuando en la cara le callan su
desespero. O a quién no le ha pasado que anda maldiciendo a un pobre jugador y éste
sale con sendos riflazos que terminan en la red. O el arquero que parece bien
malo y las saca todas.
Por lo tanto reúna fuerza,
prepare cuerda vocal y grite ¡GOOOOOOOOOL!. Mida al hincha por la voz y no por
el conocimiento. Relájese y disfrute. Hablemos de fútbol.
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